miércoles, 28 de noviembre de 2007

MERY

Hoy he ido a ver a Mery y me he llevado una gratísima sorpresa.
No estaba ingresada y estaba preparando su regreso a Cái hoy mismo.

Su estancia "fugaz" en el hospital es la mejor noticia del día.

Te queremos María.

domingo, 11 de noviembre de 2007

GO BACK

Buenas noches.
Cuatro semanas antes de lo esperado me vuelvo a Madrid.

Bien que lo lamento, pero desgraciadamente mis futuros compromisos profesionales me obligan a ello.

Se suponía que me incorporaba a mi nuevo trabajo, en un proyecto más que interesante para mí en Enero de 2008, pero hay muchas cosas que preparar antes y es imposible demorarlo más.

Para mantenerme fiel al pesimismo que me caracteriza en cuanto a lo del inglés se refiere, diré que me dá pena no haber cumplido el objetivo que me había marcado cuando empecé, que no era otro que alcanzar un nivel lo suficientemente alto para que no fuese un obstáculo para mi.

Ahora me queda, tratar de seguir estudiando en Madrid y aunque los avances serán más lentos, espero poco a poco ir cogiendo confianza y nivel suficiente.

Si alguno conoce un buen profesor que dé clases particulares que me lo diga. Desgraciadamente no creo que mi buen amigo Duffy pueda, ya que su agenda se encuentra bastante apretada para que me dedique el tiempo que yo quiero.

Ahora solo me queda retomar la actividad cotidiana y empezar a formar el equipo que necesito en mi nueva etapa profesional, así que confío en persuadir a algunos ex-compañeros para que se embarquen conmigo en el proyecto.

Esta semana que empieza es la última en Brigton y el Domingo 18 ya dormiré en Madrid.

El Miércoles por la noche invitaré a Fred y a Joao a unas cervecitas en un típico pub de Brighton a modo de despedida. Supongo que a Bonnie le compraré unas galletitas de las que le doy de vez en cuando ya que la cerveza no creo que le guste.

Poco más que decir.

Espero seguir actualizando el blog en Madrid, porque cosas, lo que se dicen cosas para poner en el blog, seguro que me van a pasar.

Y por supuesto, en cuanto llegue, a dieta.


Buenas noches.
Besos a ellas y abrazos a ellos.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Laundry

Buenos días.


Reconozco que cada vez que me pongo a escribir algo en este blog, se me van torciendo las ideas y acabo hablando de temas bastante desagradables y obscenos para los castos oídos que me leen de vez en cuando.


Hoy trataré de describir de la manera más objetiva posible mi primera experiencia en una lavandería pública y aunque seré franco y no me andaré por las ramas, trataré de no detenerme en detalles demasiado asquerosos, aunque si continuáis leyendo sabréis porqué me resulta difícil no caer en la vulgaridad.


Antes de continuar y para no escandálizar a nadie, diré que en un reciente viaje a Madrid, ya me había llevado la ropa sucia, la cual me fué devuelta debidamente lavada y planchada, no os penséis que llevo aquí 5 semanas sin lavarme los gallumbos.


En fin, para entrar en materia y como no creo que mi "house-mate" vaya a localizar este blog, os pondré en antecedentes, diciéndo que Joao (que así se llama) es lo que en lo que en España denominamos "un cerdo".


Sé que muchos de vosotros pensaréis que me lanzo a criticar a diestro y siniestro a la gente (ya lo hice refiriéndome a mi familia canadiense) que me rodea, pero no siempre es así y tengo pruebas que lo demuestran. En el caso que nos ocupa, se puede demostrar no solo por el aspecto lamentable que presenta su habitación comparada con la mía (adjuntaría fotos de ambas, pero pensaríais que se trata de un montaje), sino que su "cerdez" no solo se circunscribe al espacio que le rodea, sino que la hace extensiva a su propia ropa y su propio cuerpo.

Su ropa no lavándola nunca, y su cuerpo tampoco, con lo que la mezcla resulta explosiva lo cual ha provocado que en mi reciente visita a la farmacia para comprarme un inhalador nasal, haya tenido que adquirir de urgencia una mascarilla para evitar contagiarme de algo peor que una simple gripe.

Además se empeña en gastar litros y litros de colonia sin darse cuenta que el problema es más profundo que ese y que debe atacar el problema de su hedor (que no olor) corporal con algo tan básico como una simple ducha.


Como proponerle una ducha me pareció algo demasiado directo y humillante, traté de convencerle, de manera reiterada que debía lavar la ropa de vez en cuando, ya no por su propia higiene personal (que lo justificaría sobradamente), sino para evitar que tuviésemos que entrar a desinfectar a su habitación dentro de un par de semanas, si seguía por ese camino.


El Viernes por la tarde-noche le convencí para ponernos en marcha como dos expedicionarios del Himalaya, camino de la lavandería, cargados con nuestra ropa (él con cuatro bolsas, y yo con una sola, dicho sea de paso).
Digo como dos expedicionarios porque verle con ese montón de bolsas, una de ellas en la cabeza, me recordaba a los porteadores sherpas que ví en un programa de la 2. Tengo que reconocer que estaba de lo más gracioso.

El primer obstáculo que debíamos salvar era el derivado de nuestro propio desconocimento en la materia, ya que ninguno de los dos había estado ni de cerca en una lavandería pública, lo que hacía bastante inquietante nuestra primera incursión en un sitio con tantas posibilidades de meter la pata si no sabes de que va la cosa.

Ante la primera recomendación de nuestro vecino Barry de llevarnos cambio suficiente para las máquinas de lavado, secado y la expendedora de jabón y suavizante, decidimos cargarnos con un arsenal de monedas de todos los tamaños y colores que pudimos para evitar problemas posteriores. Yo me temía que para la ropa de Joao ibamos a necesitar bastante dinero porque era de suponer que no habría jabón en el mundo que con un solo lavado pudiese devolver el color original a sus calzoncillos. Este temor quedó plenamente justificado más adelante.

Yo caminaba un metro más adelante que Joao, ya que el viento soplaba de cara y con eso evité desmayarme en medio de la calle con el hedor que su ropa desprendía. Apenas 15 minutos y llegamos a nuestro destino.

El primer impacto visual fué descorazonador. Aquella lavandería estaba más sucia que los vaqueros de mi colega. Eso me desconcertó un poco (a Joao ni fú ni fá porque se sentía como en casa)y pensé que un lugar donde vienes a lavar la ropa debería contar con unas instalaciones más adecuadas, pero no había marcha atrás.


Lo siguiente que nos rompió los esquemas fué que la máquina expendedora de Jabón y suavizante debía llevar unos cuatrocientos años sin funcionar, lo que nos obligaba a comprarlo en la tienda. Si de lavar andabamos escasos de conocimientos, de comprar jabón y suavizante otro tanto (o peor). Como me temí, Joao me propuso lavar sin jabón, pero le convencí rápidamente que eso era la propuesta más marrana que me habían hecho hace mucho tiempo.


Salí a comprar lo necesario dejando a Joao al cuidado de la ropa en la lavandería.

No me resultó dificil encontrar lo que necesitaba, ya que me decanté por las marcas que había visto cientos de veces en los anuncios de la televisión, dejando en manos de Persil-pastillas la blancura y buen olor de todas mis prendas (delicadas o no), esperando también que pudiesen obrar un milagro con la ropa de mi compañero.

Para el suavizante opté por el más barato, puesto que entendía que si salía la ropa limpita, lo de la suavidad era secundario.Tengo que puntualizar que el hecho de elegir las pastillas en vez del jabón en polvo normal, fué debido a que en el primer contacto con las lavadoras, pudimos detectar que eran varios los compartimentos para depositar el susodicho jabón. "Simplifiquemos"--me dije yo-- Pastillas al tambor y punto.

Compré una caja para mí y cuatro para Joao.

A mi regreso, Joao ya había sacado toda su ropa de las bolsas con lo que pudimos trabajar con más comodidad ya que toda la gente que había en el local lo había abandonado a toda prisa por razones obvias (ellos no llevaban mascarillas).
Antes de que la gente que huyó llamase a la policía que se encarga de temas medio-ambientales y nos detuviese por delito ecológico, nos pusimos manos a la obra.

Mi primera intención era proponer a Joao que hiciese grupos con su ropa para ponerlos en diferentes máquinas según el programa que fuese a utilizar, aunque después de ver lo que traía, desistí de hacerlo y le propuse que utilizase agua muy caliente si el programa lo permitía y que añadiese doble o triple cantidad de jabón de la recomendada por el fabricante a ver si con suerte sus prendas ahora negras se pasaban al blanco que ví en el anuncio de Persil-Pastillas en la BBC.

Hago una breve reseña a esos genios que siempre me parecieron "gomaespuma" para decir que ese chiste de los calzoncillos (es facilisimo saber como te los tienes que poner rápidamente.....lo meao palante y lo cagao patrás) me pareció más vigente que nunca tratándose de mi gran amigo y sin embargo cerdo, Joao.

Estuve en un tris de proponerle que alguna ropa de la que traía la tirase directamente para evitar que se estropease la máquina y nos la hiciesen pagar luego, pero tampoco era cuestión de ensañarse y le dejé obrar a su manera, siendo consciente que no habría jabón en el mundo ni lavadora capaz de devolver la blancura a aquellas prendas.

Cada uno de nosotros hizo lo que pudo.

Yo creo que hice un trabajo bastante digno, aunque me hice un pequeño lío con la secadora que casi me cuesta un disgusto, más que nada porque casi dejo mi cazadora para vestir a Ken.
Gracias a dios que llegué a tiempo de bajar la temperatura de aquel artefacto que hacía un ruido parecido al de un motor de un DC-10 a punto de despegar.

Salvando esos inconvenientes con el secado, salimos los dos del local, yo con mis toallas y mi ropa limpia y seca, Joao con la suya sucia y mojada.

En un decir esta mugre es mía, regresamos a casa para dar cuenta de la cena que Fred nos estaba preparando, como siempre deliciosa, abundante y cargada de calorías.

Esa tarta de manzana es impagable.



Como siempre.....
Abrazos a ellos y besos a ellas.


Pink.